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Con ser importante por lo que tiene de austeridad y ahorro obligado, la decisión de cortar por lo sano la política de subvenciones del Govern y, se supone, del resto de las instituciones, trasciende la estricta política económica impuesta por las circunstancias, para incidir de lleno en una auténtica política saneadora de los malos usos que, al amparo de la munificencia a cargo de los dineros públicos, se habían extendido de forma reptante en nuestra sociedad
En efecto, el calado de la medida anunciada apunta a una reconsideración en profundidad de los roles que, poderes públicos y sociedad civil, deben desempeñar. Ya era hora. Desde el inicio de la autonomía, en lugar de reafirmar el dinamismo de la sociedad civil que es la que, históricamente, ha sido el motor y la protagonista del desarrollo de estas Islas, lo que se había producido y, lo que es peor, deliberadamente, era el debilitamiento de lo que era el puntal de nuestra tierra: una sociedad civil que, poco a poco, se ha ido convirtiendo en una sociedad subsidiada a costa de los dineros ciudadanos.
La perversión que ha supuesto esta auténtica corruptela social, política y económica tiene múltiples facetas, todas ellas negativas. De entrada, se estaban dedicando dineros a fines, no públicos, sino privados, en detrimento de aquellos sectores que, por su naturaleza, son y deben ser el objeto esencial de los dineros y de los desvelos públicos. En segundo lugar, la “sociedad subsidiada” y, precisamente, a causa del subsidio fácil y generalizado, se estaba convirtiendo en una sociedad amorfa, cómodamente instalada, cuya virtud no era el esfuerzo y el riesgo emprendedor, sino la sopa boba de la generosidad institucional. Se estaba pervirtiendo el activo más importante que teníamos: la sociedad civil libre, imaginativa y arriesgada. Por último, estos malos usos subvencionadores estaban distorsionando- gravemente, además- los sacrosantos principios del mercado que son sacrosanto en la medida que el mercado sea libre e igual para todos los que en él participan.
Pero esta corrupción institucionalizada había corrompido, también, toda la estructura política, con unos partidos oficiando, no sólo el spoil system en una miserable versión de Ali Babá, sino que se había instalado entre nosotros la nefasta arbitrariedad, con cargo a nuestros dineros, que premiaba al amigo y condenaba al adversario, amén de de convertir las instituciones en un colocadero de paniaguados, cuando no en una alteración de principios torales de cualquier democracia como ha sido el caso escandaloso de UM, del PSOE y del PSM que han gobernado durante cuatro años ilegítimamente, sin haber ganado unas elecciones y, lo que es peor, gracias a votos comprados, cuestión esta que está todavía por dilucidar en los Tribunales de Justicia, cuando unos fiscales de verdad y no los que tenemos hurguen en estas alcantarillas sobre las que han sentado sus traseros socialistas, pesemeros y uemitas.
La decisión del Govern y del conseller de Economía y Hacienda es valiente, honesta, necesaria y arriesgada. Los paniaguados afectados se juegan su ilícito modus vivendi y reaccionarán con furia: basta observar las reacciones del catalanismo millonario en subvenciones para comprender los callos que han sido pisados. Vamos a ver cuál es la reacción de los medios de comunicación, uno de los espacios reservados y secretos que, sin embargo, han sido ejemplo de la arbitrariedad, el amiguismo y el castigo al que consideran desafecto. Es otra de las asignaturas pendientes- todo llegará- la investigación de lo que ha ocurrido en este sector, comenzando por algunos medios que han hecho durante treinta años de la subvención milmillonaria, no sólo una de las bellas artes, sino su principal y casi única fuente de ingresos.
Adelante, pues, con esta nueva política que se anuncia, cuya plausibilidad social, económica y política es importante. No debe sorprender al ejecutivo del PresidenteBauza que, rápidamente, surjan voces escépticas que no se crean- tienen motivo para ello- lo que ha anunciado el conseller Aguiló. Será su deber, con obras son amores, despejar las dudas y los escepticismos. En principio, parece que la cosa va en serio.
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