Los organismos financieros internacionales le cerraron el grifo y los bancos sufrían una sangría que amenazaba con dejarles sin existencias
Foto EFECarmen de Carlos, Buenos Aires, ABC
Arrancaba diciembre del 2001 y el escenario en la avenida Corrientes no variaba. En las esquinas, caminando, apoyados en una farola o bajo unas ramas, se repetía la misma voz: ¡Cambio, cambio!
Los «arbolitos», como se conocía a los cambistas callejeros habían decretado el fin de la equivalencia entre el dólar y el peso. La devaluación de hecho, tras una década de paridad con la divisa estadounidense, llevaba semanas. La ciudadanía, temerosa de perder sus ahorros, cruzaba en manada el río de La Plata a Uruguay, con bolsas y hasta mochilas repletas de «billetes verdes».
Los organismos financieros internacionales le habían cerrado el grifo a Argentina, los bancos sufrían una sangría que amenazaba con dejarles sin existencias y el Central, que en enero disponía de 36.000 millones de reservas, apenas conservaba quince mil el último mes del año. En ese contexto, el ministro de Economía, Domingo Cavallo, firmo el decreto 1.570 que limitaba a 250 dólares la extracción semanal en efectivo. El titular de la Cartera más sensible en la historia de Argentina acababa de inventar el «corralito», aunque, en rigor, el término fue creación del periodista Antonio Laje.
Cuentan y nadie desmiente, que en la última reunión de Cavallo con un grupo de banqueros previa al «corralito», uno de los hombres, desesperado, puso sobre la mesa su llavero y le espetó al ministro, «O hacés algo para que esto pare o el lunes abrís vos el banco». La fiebre por sacar «la plata» se había extendido como un rumor contagioso. El expresidente Fernando de La Rúa, no falta a la verdad cuando dice que algunas emisoras de radio animaban a la gente a retirar todo el efectivo porque «se venía la noche» o, dicho de otro modo, el Gobierno iba a incautar los ahorros. Sólo el 30 de noviembre los argentinos habían retirado setecientos millones de dólares de sus cuentas.
La noticia del «corralito», anunciaba en sábado, dejó sin capacidad de reacción a la población. Inicialmente, la medida de urgencia tenía un plazo de noventa días. El caos en el que desembocó el país dejaría aquel decreto en el menor de los males. En menos de un mes, cayó Cavallo y De La Rúa dimitió. La escena del presidente del Gobierno subiendo a un helicóptero en la azotea de la Casa Rosada, recordó la de Isabelita Perón tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
El estallido social, a golpe de cacerola y asaltos a supermercados, vino acompañado de una seguidilla de remplazos al frente del Ejecutivo. Argentina ocuparía la portada de los periódicos del mundo por el dudoso honor de tener media docena de presidentes en quince días y de La Rúa, un hombre tranquilo, tendría que explicar el reguero de sangre con el que se despidió de su Gobierno, tras una represión brutal que dejó un saldo de veintisiete muertos. La mayor crisis de la historia del país había comenzado.
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Santiago Niño-Becerra analiza en estos cuatro videos breves los distintos problemas que afectan a la economía española e internacional.