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Estamos tan absortos y angustiados que no percibimos lo que, en profundidad, subyace tras la crisis de caballo que padecemos. Más: la “crisis” es el punto final, la percha para sentenciar, definitivamente, este gran debate de las ideas, de la política, de la economía y de la sociedad en general, que ha tenido lugar a lo largo del todo el siglo XX: la confrontación entre el liberalismo y el socialismo. Baleares, como microcosmos y muestra representativa de lo que ocurre en el mundo, es un perfecto y válido escenario para explicar lo que ha pasado y lo que va pasar. Veámoslo.
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Un sistema de ideas triunfa hegemónicamente cuando integra a su adversario. En los últimos cuarenta años, el socialismo ha padecido una larga y tremenda agonía que ha desembocado en una inevitable crisis de identidad. Empezó desmarcándose del comunismo, pasando del socialismo marxista a la socialdemocracia. Suresnes fue la caída hispánica de Saulo del caballo y la “tercera via” de Giddens- Blair, el mejor discípulo de Thatcher según palabras de la “dama de hierro”- el reconocimiento vergonzante de un socialismo que había perdido todos sus referentes ideológicos y morales y pululaba como alma en pena. La coda final ha sido como las esperonetjades que preceden a la muerte: unos bobos socialistas- los zapateros, antichs, armengoles, maneras- que aspiraban a un revival de matute de la carcundia socialista. Resultado: el desastre. -
En nuestro microcosmos insular como muestra representativa, los socialistas de distinto pelaje pensaron que las burbujas inmobiliarias y otras burbujas -productos típicos de la socialdemocracia: hay que incentivar la compra de viviendas como sea- reclamaban las recetas del vergonzante socialismo keynesiano mediante las fórmulas conocidas: protagonismo del déficit y de la deuda pública, gasto público desaforado, gastos corrientes más desaforados aún, la administración como panacea para la creación de empleo, intervención de la sociedad a través de un rosario de prohibiciones, redes clientelares mediante la munificiencia subvencionadora, etc…Consiguieron lo que parecía imposible: anestesiar a una de las economías más dinámicas y sólidas de Europa. -
Manera- que es el único que “pensaba” del Govern, admirable como historiador de la Economía, pero pésimo conseller del ramo- fue el que ofició la ordalía. Puso en marcha las obsoletas y desacreditadas recetas keynesianas y clavó la puntilla a nuestro sistema económico. Es muy difícil conseguir lo que consiguió en poco tiempo- agravar el desastre- y nunca tan pocos hicieron tanto daño a la sociedad: nos han arruinado. -
En nuestro microcosmos- como en otros microcosmos hispánicos- teníamos un indeseable elemento que agravaba la situación: el factor identitario nacionalista que encorsetó, más aún, la sociedad, pervirtió todo el sistema educativo, intervino, prostituyéndolo, el ecosistema informativo a base de subvenciones, castigó a los “malos” y premió a los “buenos”, recuperó el guerracivilismo e instauró el paradigma del “buenismo”- de su “buenismo”, claro- como referente moral y político al que debían someterse todos lo ciudadanos, por las buenas o por las malas: nos obligaban a ir en bicicleta, a hablar en “catalán”, a no fumar, a cantar La Balanguera, a ir en tren, a reescribir la Historia al orweliano style, en fin, desde el poder aspiraban a conformar un modelo sociedad de acuerdo con sus históricamente fracasados intentos modelizadores. Años de plomo. -
Las cosas no van ni van a ir por ahí. Obsérvese lo que está haciendo y va a hacer el Govern del PP, que es lo que, nos guste o nos disguste, ordena Europa si queremos seguir siendo Europa y no Grecia: austeridad espartana en el gasto público, vuelta a la ortodoxia del equilibrio presupuestario, liberalización de las estructuras productivas, libertad de comercio, fin de la política de subsidiación, reducción del gasto corriente y adelgazamiento de las administraciones públicas, moderación fiscal (volveremos a hablar de la curva de Laffer, al tiempo), seguridad jurídica como conditio sine qua non para la actividad económica, los sindicatos que se financien con las cuotas de los afiliados, que la prensa y demás medios de comunicación compitan en el mercado libre con sus dineros y con su esfuerzos, dejar, en una palabra, que sea la sociedad- y no la Administración- la que protagonice y elija su destino en un marco de libertad y de libertades. No es, no, el “triunfo de Keynes” lo que viene, sino el triunfo de Reagan y Thatcher. Un tremendo purgante para estos oficiantes del socialismo a la violeta.
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