PSOE: no aceptó la crisis, no acepta la derrota ni acepta retirarse del partido

El último que apague la luz


Escribe Joaquín Leguina, socialista






Como viene siendo habitual en ella, la dirección del PSOE no asumió la responsabilidad por el catastrófico resultado electoral del 20 de noviembre, despachando unas pérdidas millonarias de electores (del 43,9% al 28,7%, 4.350.000 votos y 59 diputados menos que en 2008) con “explicaciones” tan apresuradas como ramplonas: “No hemos sabido explicar bien las medidas que el Gobierno ha tomado” (se supone que a partir de mayo de 2010) o “El PP apenas ha recogido votos que fueron socialistas en 2008”. Todo esto se dijo en el Comité Federal, ante el cual -si hubiera, de verdad, asumido sus graves responsabilidades en la debacle- Rodríguez Zapatero tendría que haber dimitido, abriendo así el paso a una transición no tutelada por él ni por quienes le han acompañado en la dirección desde el año 2000.
Estudios rigurosos publicados una semana después de las elecciones demuestran que las “explicaciones” de la derrota desgranadas por el mando en el Comité Federal son, simplemente, falsas. En efecto, los análisis -que el domingo 27 de noviembre publicaron en El País los expertos José Juan Toharia, José P. Ferrándiz y Josep Lobera- basados en las numerosas encuestas realizadas para ese medio por Metroscopia muestran la evidencia de que esas disculpas de Zapatero y su gente sólo son leyendas.
Claro que la crisis ha influido en los resultados, pero mucho más ha influido la mala gestión de la crisis: primero negarla, luego los “brotes verdes” y, finalmente, el bandazo de mayo de 2010.
Por otro lado, la crisis ha puesto en evidencia dentro de la conciencia de muchos ciudadanos la sinsustancia, la inconsistencia y la mendacidad de un líder obsesivamente mediático y cortoplacista como es Zapatero. De hecho –siempre según los analistas ya citados- los recortes anunciados en mayo de 2010 hicieron cambiar el sentido del voto apenas al 13% del electorado socialista de 2008, mientras que las pérdidas totales representaron el 40% de aquel electorado.
¿Adónde han ido a parar los 4.350.000 electores que votaron al PSOE en 2008 y que ahora no lo han votado? Según estos análisis, la mayor parte (1.200.000 votantes) han elegido el PP, 700.000 a IU, 450.000 a UPyD. La abstención se ha llevado 950.000 y los blancos, nulos y otras opciones menores 920.000.
Estos últimos datos echan definitivamente por tierra la leyenda urbana según la cual “los votos del PSOE se dispersan entre la abstención y otras opciones de izquierda pero nunca van a la derecha”.
¿Y ahora qué va a pasar? Hay dos opciones básicas: 1) Empezar de nuevo, repintando los blasones y olvidándose de ocurrencias mediáticas y fotos, para dedicarse al análisis y a la acción o 2) Practicar la vieja costumbre de que nada cambie para que todo siga igual, afrontando la crisis política con un par de brochazos y unos arreglos en el maquillaje. Lo ha anunciado Caldera: hará una ponencia “sin bandazos”. Es decir, una copia de un programa electoral infumable.
La velocidad con la cual la dirección ha decidido convocar el congreso (primeros días de febrero) junto a la decisión de redactar ella la ponencia marco no facilitarán una digestión lenta de la derrota y estas prisas, con el consiguiente “aquí te pillo aquí te mato”, no auguran nada bueno.
Pero quienes no estamos ya en condiciones de subirnos de nuevo sobre los lomos de Rocinante, sí que podemos intentar que el suicidio no se consume, de suerte que quienes se hagan cargo de la nueva dirección partidaria tengan más sustancia y más fuste que aquellos que ahora deben abandonarla por exigencia del sentido común y de la supervivencia colectiva.


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