Somos 7.000 millones de tarráqueos o terrícolas y esto es una buena noticia


¿Cómo diablos ha ocurrido esto tan rápido? Ahora ya somos siete mil milloens de personas en este planeta Tierra. Siete billones, dicen en inglés, porque mil millones son un billion. Esta animaciónes clarísima y amena.




Somos 7.000 millones y es una buena noticia

Hay un factor determinante en la evolución económica, pero que no ocupa las portadas de los periódicos porque no está sujeto a grandes variaciones de día en día. Es la población. Hemos alcanzado los 7.000 millones de personas este viernes. Y es una buena noticia.

por José Carlos Rodríguez, en El Imparcial



n términos generales, tenemos dos opciones. Ser muchos y ricos o ser pocos y pobres. La historia nos lo dice, claramente. Luego iremos a ello. Pero lo más importante son las razones. Cuanto más personas somos, más rica y compleja se hace la división del trabajo, y podemos organizarnos en estructuras más capitalistas, es decir, en estadEios más complejos para la producción de bienes de consumo. Y esa ampliación de la división del trabajo nos hace más ricos.

Pero la historia es muy clara al respecto. Hace dos siglos había en el mundo 900 millones de personas. Hoy hay 7.000 millones de personas, casi ocho veces más, y en este período la producción industrial (en términos constantes) se ha multiplicado por 75, y la producción económica global, por 60.
La vida de un agricultor en Inglaterra en el año 1700 no era muy diferente de la que pudiera ser mil años antes. Pero fue en torno a ese siglo cuando comenzó a acelerarse el crecimiento demográfico, y fue entonces cuando apareció un fenómeno nuevo: el progreso generalizado.

Tan es así que en 1776 apareció un libro dedicado a estudiar la naturaleza y las causas del origen de la riqueza de las naciones, escrito por un profesor de filosofía moral de la Universidad de Glasgow, llamado Adam Smith. El crecimiento, la riqueza de las naciones, era un fenómeno nuevo que merecía ser explicado.
¿Cuánto hemos mejorado en este tiempo? En Gran Bretaña o Francia, el consumo medio de kilocalorías a finales del siglo XVIII rondaba los 1.700 a 2.000. En 1950 eran ya 3.000 y en 2000, 3.500. La media del mundo en 1950 (con menos de 3.000 millones de bocas que alimentar) era de 2.000 kilocalorías, mientras que en 2000 (cuando éramos ya 6.000 millones), el consumo medio había subido a 2.800.

No hemos necesitado dedicar más trabajo a la agricultura. Es más, los campos han sido despoblados de gente, que han llenado las bulliciosas ciudades en las que todo quedaba interconectado.

Típicamente, el 75 de la población en Inglaterra y el 80 por ciento en Francia se dedicaba, en el año 1500, a la producción agrícola. Hoy no llega al 5 por ciento. Lo que sí ha cambiado es la productividad, lo que somos capaces de producir sobre la misma extensión de terreno. Un claro ejemplo es el de los Estados Unidos. En 1500 se producían 10 celemines de trigo por acre. En 1700 eran ya 20 celemines por acre.
En 1920, eran 30 y a mediados del siglo XX, 40. Es entonces cuando se produce la “revolución verde”, derivada de la aplicación de la ciencia a la agricultura.
En sólo diez años la productividad pasa de ser de 40 a 90 celemines por acre, en 1960. Toda la producción mundial de cereales era, en 1950, de 700 millones de toneladas. Antes de 1980 ya se había doblado y en 1990 era ya de 1.900 millones de toneladas. La tendencia secular del hambre ha sido a remitir. Sólo recientemente, con la brutal crisis económica que padecemos, esa tendencia secular hacia la erradicación del hambre se ha revertido. Pero parece más un receso que una inversión.

La mortalidad infantil no ha dejado de descender. Incluso en el África Subsahariana, donde era de 156,9 niños por mil en 1950 (que se correspondía con la que podía haber en Europa en el siglo XVIII), y en 2003 era ya de 56,8, como la que había en Europa a comienzos del siglo XX. Vivimos más años. La esperanza de vida media mundial era en 1812 de 25 años, no muy diferente de la que podía haber miles de años antes. En 1900 era ya de 28 años. 55 a mediados de siglo y 65 en el año 2000.

Vivimos más, nos alimentamos mejor y realizamos trabajos que no son tan duros físicamente. Es más, dedicamos cada vez más años a formarnos. Pongamos como ejemplo Francia y Gran Bretaña. La media de años de educación por persona era de 2 en 1820. En 1900 era de 7 en Francia y 9 en GB. A mediados de siglo, de 9 en Francia y 11 en el Reino Unido. Y en el año 2000, 18 en Francia y 15 en Gran Bretaña.

Empezamos a trabajar más tarde, porque dedicamos más años al estudio. Vivimos más años jubilados, también. Pero es que también trabajamos muchas menos horas al año que nuestros padres, abuelos, bisabuelos... Tomando como ejemplo varios países desarrollados, en 1870 se trabajaban de 3.000 a 3.300 horas al año. En 1920 se redujo ya a 2.200. Y en el año 2000 la estadística varía entre las 1.900 horas de los Estados Unidos y las 1.350 de Holanda.

Ser más no nos ha sentado mal y tampoco lo hará sumar una población mayor. Aunque el ritmo de crecimiento está cayendo rápidamente. Los primeros 1.000 millones de personas se alcanzaron en 1804. Los siguientes en 1927, 123 años después. Fuimos 3.000 millones de personas en 1960. Por aquél entonces fue cuando la población mundial crecía a un ritmo más alto que en toda su historia.
Éramos 4.000 millones de personas en 1974. Pero desde entonces el ritmo de crecimiento ha bajado. Pasaron 13 años hasta conseguir la siguiente cota (5.000 millones en 1987), 12 en la siguiente (6.000 millones en 1999) y otros 13 en la siguiente (7.000 millones en 2011). Pese a que cada mil millón más es una proporción menor, el intervalo de tiempo en que se alcanza es prácticamente igual desde 1960 (14, 13, 12 y 13 años). Es más, las siguientes cotas se alcanzarán en períodos incluso más largos: 15 años (8.000 millones en 2027) y 19 años (9.000 millones en 2046).
Lo previsible es que la población se estabilice en un entorno de 12 o 15 mil millones de personas. Y aún habrá espacio y recursos para más.

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