Pero antes quiero referir un ejemplo cercano de desastre por falta de voluntad política: Grecia. Todo el mundo dice que Grecia está quebrada o que quebrará mañana o pasado. Puede ser, pero sería una quiebra fraudulenta, porque Grecia no está quebrada ni de lejos. Una quiebra de una persona, una empresa o un país, significa que los pasivos exigibles son superiores a los activos realizables; los pasivos exigibles de Grecia son unos 150.000 millones de euros, de una deuda pública total de 350.000. ¿Y cuál es el valor de los activos públicos realizables? 300.000 millones de euros, el valor estimado por el BCE del aeropuerto de Atenas, las telecomunicaciones, una refinería, dos puertos, autopistas, etc.
¿Y qué pasa? Pues que al Gobierno griego no le sale de las narices vender nada, están en el chantaje a Europa: “O me dais lo que necesito y me hacéis una quita de 50 por ciento de la deuda o hundimos al euro”. Y para empezar necesito que me paguéis la nóminas y las pensiones de octubre y siguientes. Si yo fuera Merkel o Sarkozy, le iba a pagar la nómina y las pensiones su santa progenitora. Lo del Gobierno griego es una golfada que no tiene nombre: vendan el 50 por ciento de sus activos públicos, reduzcan la deuda a un manejable 80 por ciento del PIB y hagan luego los ajustes para estabilizar.
Se dice habitualmente que el problema que tenemos es que los españoles hemos vivido muchos años por encima de nuestras posibilidades y, en consecuencia, debemos apretarnos el cinturón ahora para poder devolver todo lo que hemos vivido de prestado, y esto es verdad
En España es lo mismo, pero mucho peor. ¿Peor que Grecia? Pues sí señor, y esto no es un juicio de valor, son matemáticas, porque las joyas de la corona ya las vendió Rato. Bueno, las malvendió a los monopolistas para estabilizar las cuentas y entrar en el euro a ciegas, como auténticos imbéciles, donde nadie dedicaría ni un solo segundo a analizar los pros y los contras de una decisión trascendental para la nación, y que sería desastrosa. Y ahora ya es demasiado tarde, la salida nos costaría el 50 por ciento del PIB según UBS, y eso sólo para empezar.
La condición sine qua non
Se dice habitualmente que el problema que tenemos es que los españoles hemos vivido muchos años por encima de nuestras posibilidades y, en consecuencia, debemos apretarnos el cinturón ahora para poder devolver todo lo que hemos vivido de prestado, y esto es verdad. Pero, ¿quién lo hizo posible? Lo hicieron posible unos gobiernos irresponsables y unas instituciones al servicio de los mismos que engañaron a los ciudadanos e incentivaron el endeudamiento masivo de familias y empresas muy por encima de todo lo razonable, cuando su obligación, y tenían todos los instrumentos de control para ello, era haberlo evitado.
Y no sólo familias y empresas. El despilfarro masivo está en la España de las autonomías, donde la casta política parasitaria gasta sin freno y sin control alguno, a veces en los disparates más inauditos; un proceso jamás conocido ni en España ni en Europa. Los culpables de ello no han sido los españoles, ha sido la casta política nacida en la Transición, que se repartirían España como si fuera un solar; una casta política y sindical que en su inmensa mayoría son meros parásitos sociales en el sentido directo del término.
Arreglar España es, por tanto, un problema esencialmente político, lo cual es bueno y es malo. Es bueno porque un acuerdo político podría poner las cosas en la senda de la solución. Y es malo, porque con un Partido Socialista al que, como dice France Soir, “no le importa destruir España con tal de no perder el poder y está tan ciego de odio hacia la derecha que son incapaces de criticar a los suyos aunque hundan el país”, el acuerdo es misión imposible. Pero es la condición sine qua non, y la alternativa es muy simple: o el acuerdo o el apocalipsis.
Muchos afirman que lo primero para arreglar España es mejorar la productividad… ¡y claro que hay que mejorarla!, pero eso ¿cómo se hace sin cambiar antes un modelo de Estado cuyas duplicidades cuestan 34.000 millones de euros anuales y cuyo despilfarro conjunto supera los 100.000 millones?, ¿con la unidad de mercado rota en 17 trozos?, ¿ sin crédito a familias y empresas porque el sistema financiero está quebrado?, ¿con una estructura monopolista del mercado de factores que hace que los españoles paguemos la tipos de interés, la electricidad, el gas y los productos petrolíferos más caros de Europa?, ¿con 3,4 millones de empleados públicos y asesores, de los que casi dos millones han sido nombrados a dedo, y son absolutamente inútiles?.
O España acaba con el sistema autonómico o a la inversa
Grábense ustedes esto en la cabeza: o España acaba con el sistema autonómico o el sistema autonómico acaba con España. Ése es la cuestión. Y ya no basta con “corregir sus excesos”, ya no basta con reducir gastos un 10 o un 20 por ciento, es demasiado poco y demasiado tarde. ¡Si sólo en el segundo trimestre 2011 la deuda de comunidades autónomas creció un 23,5 por ciento!. No podemos seguir gastando por más tiempo 100.000 millones de euros más de lo que ingresamos, batiendo cada trimestre records históricos de deuda; es el camino al desastre. Y, sin embargo, la salida es tan sencilla que hasta un niño de Primaria la entiende: no gastar más de lo que se ingresa. Y lo primero son comunidades autónomas, ayuntamientos y diputaciones, porque suponen el 80 por ciento del gasto total.
Para equilibrar, la reducción de gastos debe empezar por un 25 por ciento. Pero es mucho más, porque eso incluye las nuevas transferencias, decididas por Zapatero y Rubalcaba con una irresponsabilidad infinita y que han dejado al Estado con un agujero de 70.000 millones y con unos gastos imposibles de reducir porque ya no hay dinero suficiente para financiar el funcionamiento normal de la nación. Es, por tanto, imperativo reducir esas transferencias para que ese agujero desaparezca. Para equilibrar el gasto público total, CCAA y ayuntamientos tienen que reducir de media su gasto un 45 por ciento, algo que al contrario que el Estado es perfectamente posible. Pero tampoco basta: los ingresos deberán superar a los gastos durante decenios, para amortizar nuestra gigantesca deuda, y eso significa reducir el gasto no centralizado al menos en un 50 por ciento. ¡Ah!, y no esperen mejoras del lado del crecimiento, que medido por indicadores independientes está cayendo entre el -5 y el -7 por ciento desde julio. Y la renta disponible de las familias, que cayó un 4 % en 2010 por primera vez desde 1949, se hundirá un 5,5% previsto en 2011 y un 7 % estimado en 2012. Están arruinando literalmente a la nación.
La administración territorial es el cáncer que nos lleva a la ruina: 17 comunidades autónomas, con más de 4.000 altos cargos, frente a los 409 del Estado; 8.000 ayuntamientos, el doble que Alemania; 4.000 empresas públicas y 540 fundaciones, donde hay enchufados más de 500.000 familiares y amigos de políticos, cuyos jefes y jefecillos cobran más que los ministros. Diputaciones, cabildos insulares y cada uno por libre, sin la menor coordinación por parte del Estado. Cinco veces más empleados públicos que en 1975, cobrando de media un 36 por ciento más que el resto de trabajadores, 30.000 coches oficiales, 300.000 teléfonos móviles, 13 televisiones autonómicas, 100.000 liberados sindicales, 175 embajadas, el doble de las que tiene España, y mil y una cosas más.
Bien, esto es con lo que hay que acabar. El próximo lunes explicaré qué y cómo recortar, pero me adelanto a la gran patraña de la casta política parasitaria. “¿Cómo se va a poder reducir el gasto autonómico si el 80 por ciento es gasto sanitario y de educación?”. ¡Serán tramposos! El gasto sanitario es el 35 por ciento y la educación el 9 %; y su gestión, como nos señala The Economist (17/9/11), desastrosa y con costes fuera de control. El absentismo es el mayor de Europa, el coste de los medicamentos recetados el 40 por ciento más, los hospitales trabajan sólo por las mañanas, los 10.000 liberados sindicales inexistentes en el resto del mundo se dedican a hacerle la campaña al PSOE e impedir la racionalización. Un cachondeo total. ¿Quién dice que no se puede recortar en sanidad? Y la educación, igual. Los detalles, la semana que viene.
Roberto Centeno en Cotizalia