Cataluña ahora prefiere el francés al español - Espléndida Alessandra Ambrosio


Moscas, caspa y «baccalauréat»

por José García Domínguez, ABC


Según acaba de anunciar la consejería del ramo con algún alborozo, la prohibición del español como lengua vehicular en las aulas habrá de coincidir con la expansión de un nuevo bachillerato en francés. Tal que así, el «baccalauréat» bilingüe (su otro idioma docente será el catalán) podrá cursarse en centros de la red de instrucción pública diseminados por toda la geografía local.
En eso ha quedado, parece, el proyecto de integrar a Cataluña en la francofonía, aquella extravagancia del primer tripartito. Una fantasía maragalliana que, por cierto, no dejó de evidenciar cierta incongruencia mitológica.
Al respecto, es sabido que desde que el doctor Robert maquinó el «tancament de caixes», la cultura del catalanismo exige recrear la ficción de una España indolente de moscas, caspa y funcionarios parasitarios. De ahí su continuo volver sobre el relato del Madrid ocioso que devora bocadillos de calamares con cargo al déficit fiscal. Y de idéntico modo, necesita apuntalar la narración apocalíptica de la lengua perseguida. Propósito que no acaba de compadecerse demasiado, decía, con esa francofilia gramática de la Generalidad.
Y es que, por mucho que se procure distorsionar la realidad histórica, la leyenda del genocidio cultural, ese núcleo duro del resentimiento identitario que alimenta la llama del imaginario nacionalista, nunca será capaz de superar la prueba del algodón francés. Por algo, la efectiva extinción de la lengua vernácula al otro lado de los Pirineos, en el Rosellón y la Cerdaña, viene a ratificar cierta fatalidad, por lo demás, evidente. A saber, que cuando un estado se propone acabar con algún idioma dentro de su territorio, simplemente, lo consigue. Y con escasa dificultad. Sin ir más lejos, tal como la muy glorificada España de los Austrias extirpó de la memoria colectiva una lengua propia, el árabe, que aquí contó con más hablantes que el catalán.
Y como a no dudar hubiera ocurrido si la ucronía lacrimógena de los nacional-sociolingüistas se compadeciese con la verdad.

ABC

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