El catalanismo sigue haciendo el ridículo más espantoso por donde quiera que pasa

No habían transcurrido dos semanas de las elecciones y en Palma unas cuantas deceneas de ultracatalanistas ya estaban dictándole a la sociedad lo que tiene que hacer.


 Bofetón y pataleta

 César Vidal

Hace unos días, el parlamento europeo votó una directiva relacionada con el etiquetado de los productos de la Unión Europea. En el curso de la votación, el legislativo rechazó de manera abrumadora la enmienda de los eurodiputados catalanes que exigían que se pudiera etiquetar única y exclusivamente en catalán.
La razón aducida por el Parlamento europeo para propinar semejante bofetón a los nacionalistas catalanes es que el catalán no es una lengua oficial de la UE ya que la Unión Europea sólo reconoce como lengua oficial a los idiomas oficiales de los Estados, no los de los niveles administrativos inferiores, como es el caso de nuestras CCAA.

Semejante visión, por mucho que pueda herir la sensibilidad de los nacionalistas catalanes, está muy lejos de implicar una interpretación novedosa de la normativa europea. Por el contrario, se trata de una continuación rigurosa y coherente de la legislación de la UE, tal y como aparece reflejada en diversas sentencias del Tribunal Europeo de Justicia.
En todas esas resoluciones, incluida la controvertida – y costosa– referida a las vacaciones fiscales vascas que vamos a tener que pagar todos los contribuyentes españoles, se indica de manera taxativa que las CC AA no pasan de ser una parte de la administración pública española.
Carecen, por lo tanto, de entidad política propia... guste o no a los que están emperrados con que Cataluña es una nación.

Por añadidura, la normativa catalana que pretende que el etiquetado esté escrito únicamente en ese sonoro dialecto del provenzal que se habla al norte del Ebro colisiona frontalmente con preceptos fundamentales del Tratado de la UE como la libertad de circulación de bienes y la libertad de inversiones, ya que la normativa del etiquetado sólo en catalán impide o, al menos, dificulta la comercialización de los productos etiquetados en español.
Y no acaba ahí el episodio.

La votación de la Eurocámara deja negro sobre blanco que la UE no está dispuesta a que otras naciones sufran los quebraderos de cabeza que significan para España los nacionalismos catalán y vasco.  Allá nosotros si estamos dispuestos a hacer el pánfilo dentro de nuestro territorio nacional, pero que nadie se haga ilusiones con la exportación de esas tesis porque la UE no lo va a consentir.

Finalmente, queda de manifiesto que la política de inmersión lingüística practicada por los nacionalistas catalanes desde Pujol a Mas se da de bofetones con preceptos comunitarios esenciales. En otras palabras, el bofetón propinado por la Unión Europea a los nacionalistas catalanes ha sido verdaderamente espectacular.
Gentes menos sectarias que los nacionalistas habrían intentado aprender algo de la humillante lección, pero a éstos no se les ha ocurrido otra que emitir un comunicado amenazando con promover la independencia de esta bella región española.

Como signo de inmadurez e infantilismo no está mal porque una Cataluña independiente tendría no sólo que afrontar en solitario una deuda superior a la de Portugal sino un abandono de empresarios e inversores realmente apocalíptico.
Pero es lo que llevo diciendo décadas, el nacionalismo catalán es un disparate digno de figurar en la antología de majaderías de finales del s. XIX, pero totalmente incompatible con construcciones contemporáneas como la Unión Europea.
Precisamente por eso, ¿por qué no lo dejamos claro aquí mismo y evitamos que estos angelitos se lleven estas sofoquinas en cuanto que salen del terruño?

La Razón

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