Verano Azul, por Ignacio Camacho

La estrategia del aislamiento de la derecha se ha vuelto contra el PSOE, incapaz de hallar socios ni complicidades


Le llaman ahora Alcalá de los Azules en vez de los Gazules. El PSOE intentó practicar un cordón sanitario y un Pacto del Tinell contra el PP y la vida se las está devolviendo dobladas....

QUEDABA una gota en el cáliz de la amargura y el zapaterismo se la tuvo que beber el sábado. Según el más negro precepto de la siniestra ley de Murphy cualquier situación catastrófica resulta susceptible de empeorar, y así les ha sucedido a los socialistas tras el descalabro del 22 de mayo. Han perdido en los pactos postelectorales casi todos los ayuntamientos que aún tenían esperanzas de conservar. La indisciplina y el hartazgo de muchos militantes de Izquierda Unida, el desapego de los partidos locales y regionales, la voluntaria inhibición arbitral de UPD y la deslealtad de los nacionalistas han consumado una verdadera barrida que ahora amenaza con trasladarse al ámbito autonómico, donde el feudo extremeño queda pendiente de un hilo cada vez más débil. La segunda oleada municipal, la de los acuerdos, le ha dado la puntilla a la hegemonía socialdemócrata y ha reducido al PSOE a la condición técnica de un partido rural. El desahucio alcanza incluso a los cinturones industriales de Madrid y Barcelona y a buena parte del mapa agrario de la Andalucía profunda —al pueblo de Bibiana Aído lo llaman ahora Alcalá de los Azules—, donde las bases de IU se han negado a apuntalar los escombros del régimen virreinal. Sin modo de encontrar socios ni aliados, el desplome zapaterista recuerda el verso elegíaco de Neruda: todo en ti fue naufragio.
En el pecado estratégico lleva el PSOE la penitencia política. Durante sus siete años de mandato nacional se ha negado a reformar la ley para elegir alcaldes de modo directo o en segunda vuelta, en la creencia de que el statu quo le beneficiaba para formar coaliciones a posteriori. Pero de repente, su marca se ha convertido en objeto de fobia y el aislamiento con que Zapatero quiso rodear a la derecha se ha vuelto contra él. De las cenizas del pacto del Tinell ha surgido una situación inversa, un cordón sanitario que ciñe ahora al Partido Socialista como si fuese un apestado. Incluso la escarmentada militancia de IU se ha sublevado contra la voluntad pactista de un Cayo Lara incapaz de embridar la hastiada desafección de su gente. Seria advertencia contra las intenciones del candidato Rubalcaba: el discurso del miedo a la derecha no sólo ha fracasado en las urnas sino que se ha transformado en los despachos en un voto de repulsa contra quien lo ha alentado. Ni siquiera el alboroto cacerolero de los «indignados» ha impedido que se cumpla una consigna espontánea difundida en la heterogénea sociedad política: prioridad para el desalojo.
Este exultante verano azul del Partido Popular vaticina un pronto agotamiento de la legislatura. El Gobierno carece de apoyos, de oxígeno, de complicidades. Y mientras permanezca en el poder no tendrá manera de dirigir contra adversario alguno el descontento popular. Ya no tiene más salida razonable que el adelanto de las elecciones y la refundación de su programa.
Ignacio Camacho en ABC


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