Educación y sanidad, una gestión desastrosa, por Roberto Centeno

La gran constante histórica del socialismo español es que siempre que ha gobernado este desgraciado país lo ha llevado indefectiblemente a la ruina. Sin embargo, esta vez se han superado a sí mismos y el daño causado tardará generaciones en repararse.
Han destruido literalmente el Estado de Bienestar –es obsceno que Rubalcaba nos insulte diciendo que quiere defender lo que ha aniquilado, y una canallada que afirme que siempre estará con los parados, después de haber creado dos millones y medio y seguir destruyendo decenas de miles de empleos mensuales-, una destrucción que abarca desde el sistema de pensiones, del que los socialistas expoliaron 245.000 millones de euros de las cotizaciones sociales en el periodo 1982-96 para financiar el gasto del Estado, a la Educación y la Sanidad, cuya desastrosa gestión, es objeto de la crítica y el asombro internacional, desde el The Economist a la OCDE.

En el caso de la Educación, además de su desastrosa gestión, los socialistas han convertido la otrora excelente educación pública en una basura tercermundista; en la Sanidad, el desastre es solo de gestión, pero el despilfarro en ambas resulta brutal. En Educación, cuyo costo supone el 4% del PIB, el despilfarro estimado es de unos 9.000 millones de euros, y en Sanidad, que representa el 6,4% del PIB, de unos 11.000 millones, algo que cuando España necesita obtener 18.000 millones de euros mensuales en los mercados para sobrevivir, ya no nos podemos permitir.


La Educación pública

“Confieso no saber nada sobre las leyes que rigen nuestra enseñanza, de cualquier grado que sea. Pero conozco sus escalofriantes resultados. Los alumnos de instituto son prácticamente analfabetos. Brillantes universitarios, defraudados por su profesorado al que desprecian. Algo ha sucedido, para que los estudiantes aprendan tan poco y tan mal”. (1)

Y así las cosas, unos docentes, o más bien indecentes, en Madrid y otras comunidades gobernadas por el PP abandonan las clases, amenazan a los profesores decentes y salen a la calle a gritos por tener que dedicar dos horas semanales más a impartir clases.
Es de vergüenza.
Viendo la que está cayendo, estos privilegiados, muchos de los cuales ni siquiera han hecho una oposición, con sueldos que se encuentran entre los más elevados de Europa, y un 33% más que los de la enseñanza privada -que dan 25 horas de clase frente a 18 en la pública-, no están dispuestos a esforzarse. Debería caérseles la cara de vergüenza: cobran mucho más, trabajan mucho menos y sus resultados académicos son desastrosos.

¿Qué cultura de esfuerzo y de solidaridad pueden enseñar a sus alumnos estos impresentables? Unos sectarios que cuando Zapatero les bajó el sueldo un 5%, o en Andalucía donde los socialistas les obligan a dar 20 horas, les han bajado el sueldo y reducido 1.000 millones de euros su presupuesto, lo aceptan sin rechistar.
Y ocurre que esta enseñanza infecta, que nos hace estar en niveles tercermundistas en todos los rankings mundiales, cuesta a los españoles un 62% más que la enseñanza concertada; 3.400 euros por alumno y año, frente a 2.100 euros por alumno la concertada, que además es de muchísima mayor calidad. Y en relación al resto del mundo desarrollado, el coste salarial por estudiante es un 47% superior a la media de la OCDE, y la de peor calidad de este grupo de 34 países.
Y la solución es sencilla. Entréguese un cheque de 2.500 euros por alumno, solo utilizable para este fin, y que las familias envíen a sus hijos donde consideren que recibirán una mejor educación. Y los colegios que se queden sin alumnos, que cierren.
¿O es que vamos a tener que mantener a unos ineptos solo porque lo digan los socialistas? Los españoles tenemos derecho a una enseñanza de calidad y no a la basura en que los socialistas la han convertido.
Y luego la enseñanza superior, un 25% del total en términos económicos, donde gracias a Maravall, Solana y Rubalcaba, la universidad española se ha desplomado en términos académicos, queda un resto de un 10 o 15% de profesores excelentes del pasado, que poco a poco se van jubilando, y el resto oscila entre mediocre y profundamente ignorante. Un sistema endogámico altamente politizado para cubrir los puestos de profesorado, donde lo único importante no son los conocimientos sino las amistades y la filiación política de izquierdas. Una caída tal de calidad que no existe ninguna universidad pública española entre las 300 primeras del mundo, algo que no se justifica por el estado de España ni en términos históricos, ni económicos, ni sociales.

El desastre es tan brutal que la universidad pública ha dejado de ser el ascensor social que fue en el pasado para convertirse en un gigantesco aparcamiento de parados, y donde con la coartada de la autonomía universitaria nadie sabe cómo se gasta nuestro dinero, lo que está produciendo agujeros descomunales de los que nadie responde de nada. ¿Para qué se necesitan más de 50 universidades públicas, con escasísimos alumnos y con tan poco prestigio que ningún graduado encuentra trabajo? Hay que cerrar las que no lleguen a un mínimo de alumnos y de calidad, o sea, la mitad. Luego la utilización de los recursos. Miles de aulas y medios de todo tipo infrautilizados porque solo se utilizan parcialmente.
¿Y qué hacen los intocables y sectarios rectores? Empeorar la situación cada día y dedicarse a conspirar, promocionar a los suyos y despilfarrar.
Para ello es imprescindible auditar todas las Universidades y sus Fundaciones, acabar con el despilfarro y pedir responsabilidades, pero no podemos hacerlo solos. El gobierno que salga del 20-N tiene que pedir al FMI que, al igual que el sistema financiero, se auditen la enseñanza y la sanidad. La trama de intereses, de incompetencia, de despilfarro, es tan brutal, que o se arregla desde fuera o no se arregla. Cualquier propuesta sería tildada por los izquierdistas radicales que las controlan de fascismo y de querer destruir (??) la enseñanza. O auditoría del FMI, o continuidad del desastre mientras quede dinero, que no será mucho tiempo.


El Sistema Nacional de Salud

El gasto público en Sanidad es del 6,4% del PIB. Si se tiene en cuenta el gasto total –pública y privada-, España invierte el 9% en conjunto, que compara con el 11% en los países centrales de la UE, pero no porque la asistencia sea mejor allí. Es solo porque médicos y personal auxiliar cobran mucho más, justo lo contrario que en la enseñanza.
Las CCAA, tras la culminación de las transferencias sanitarias en 2002, un error histórico de Aznar, realizan más del 90% del gasto sanitario público. Como media, las CCAA destinan aproximadamente un 35% de su presupuesto a sanidad, pero el despilfarro de recursos es inmenso; con mucho meno dinero se puede tener una sanidad de mucha mejor calidad. Para empezar, tenemos el gasto en medicamentos, casi 20.000 millones de euros, un desastre sin paliativos; como denunciaba The Economist hace tres semanas, pagamos por los medicamentos un 40% más que en Reino Unido. Es decir, una buena gestión de compras, algo de lo que las señoritas Trini y Pajín -cuya única competencia era la farmacia- han sido incapaces, supondría un ahorro de 6.000 millones de euros

Luego las compras de todo tipo. En lugar de hacerlo centralizadamente, cada una de las 17 taifas lo hace a su aire, con lo que la corrupción y la ineficacia se multiplican por 17. Los sistemas informáticos, todos diferentes y perfectamente incompatibles entre sí. Es de juzgado de guardia.
Luego los liberados sindicales, más de 10.000 zánganos inexistentes en el resto de Europa, 400 millones de euros tirados por la fregadera. Y mientras tanto, hay que cerrar quirófanos, cerrar consultas o bajar sus míseros sueldos a médicos y personal sanitario.

Y luego la utilización de los medios existentes. Pongo el caso de Madrid, con seis grandes hospitales de referencia construidos en los años 50 y 60, centros excelentes todos ellos, pero que trabajan solo de mañana. Y por favor no me digan memeces como que a los enfermos también se les cuida por la tarde. Las consultas, los análisis, las pruebas con material carísimo, excepto urgencias, solo se realizan por la mañana. Por las tardes, y esto es un despilfarro que denuncian muchos médicos, hay miles de metros cuadrados de consultas vacías, cientos de millones de material de primera clase no utilizado. ¿Acaso las clínicas privadas funcionan solo de mañanas infrautilizando instalaciones y equipos?

Y mientras tanto se  gastan miles de millones construyendo hospitales innecesarios por razones políticas y electoralistas, en lugar de coger a esos médicos y personal sanitario y asignarlos de tarde en los hospitales de referencia, incrementando las camas necesarias o construyendo anexos si fuera menester, y ahorrando el 70 % del coste. La casta política parasitaria nos lleva directos a la ruina. Y mientras Bono amenaza como en febrero del 36: que si pierde el PSOE “se inflamarán las calles”. A pesar de haber hundido el país a conciencia, todavía hay ocho millones que piensan votar socialista; realmente el grado de irracionalidad y estupidez de los españoles no tiene parangón en Europa.

(1) Antonio Gala en El Mundo.

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