Un comunista en el Gobierno Rajoy, por Luis María Anson en El Mundo

Ha bastado con el trasvase de dos horas desde el trabajo general al lectivo para que los sindicatos hayan puesto en marcha una caravana de huelgas que fragilizan de forma considerable el normal desarrollo de la educación en España. Estamos ante la punta del iceberg de lo que se prepara para zarandear a Mariano Rajoy tras su anunciada victoria en las elecciones generales. La maquinaria sindical, que se ha convertido en un formidable negocio económico, encrespará los ánimos del pueblo a cada inevitable medida que adopte el nuevo Gobierno para escapar de la crisis. La movida social le puede propinar a Rajoy una cornada que reduzca la de Juan José Padilla en Zaragoza a una cariñosa caricia.

Aturdido por el incienso que todos los días queman en el botafumeiro de Génova Dolores y Soraya, Rajoy no parece advertir que la danza de los siete velos le puede dejar in púribus en pocos meses. La sagacidad de José María Aznar ha apuntado la solución para combatir la embestida sindical que se prepara: nombrar ministro de Trabajo a José María Fidalgo, que fue secretario general del sindicato comunista Comisiones Obreras y digno sucesor de uno de los hombres más relevantes y honrados de la vida española del siglo XX: Marcelino Camacho. «Gobierne quien gobierne -declaró Fidalgo cuando lideraba CCOO- hay cuestiones que exigen el consenso PP-PSOE». El pacto de Estado de la Transición consistió en el compromiso del centro derecha y el centro izquierda, más del 80% del voto popular, para resolver juntos los grandes problemas de territorialidad, terrorismo, política internacional… Suárez, Calvo-Sotelo, González y Aznar respetaron ese pacto clave para la estabilidad de España.
Zapatero lo fracturó en su primera legislatura, cambió de socio constituyente y se entendió con los partidos nacionalistas periféricos, cuya voracidad secesionista fue subrayada en los años treinta del siglo pasado por Ortega y Gasset en su debate con Manuel Azaña.

Fidalgo, desde su firme posición de izquierda auténtica, ha sido siempre uno de los hombres más coherentes de la vida española. Para él, España no es la suma de una serie de Estados sino la de todos sus ciudadanos libres, iguales y responsables. «El modelo autonómico pone en riesgo la unidad de mercado y la cohesión del país», ha declarado. O terminamos con el chantaje nacionalista o se liquidará por vía de hecho la Constitución del 78.

La propuesta de Aznar de que José María Fidalgo se incorpore al futuro ejecutivo de Rajoy ha causado estupefacción en algunos sectores. ¡Un sindicalista comunista en el Gobierno del PP, ahí queda eso! A mí me ha parecido una idea constructiva e inteligente. Y no porque en estos momentos lo diga Aznar. El 20 de enero de 2008 dediqué en este periódico una carta pública a José María Fidalgo, que abundaba en las razones ahora esgrimidas para contar con el dirigente sindicalista en situaciones de crisis. Al subir los peldaños del palacio de la Moncloa como presidente del Gobierno, Mariano Rajoy debe hacer un primer gesto para compartir con el PSOE derrotado la responsabilidad de superar la crisis.

Después, con la incorporación de José María Fidalgo a su Gobierno, la áspera negociación laboral con los sindicatos se haría más fluida. No estamos en tiempo de capillitas y campanarios, de sectarismos excluyentes y de partidismos aldeanos y mediocres. La situación reviste tal gravedad que exige soluciones como la propuesta por la lucidez de Aznar. José María Fidalgo en el Gobierno de Rajoy, si es que el líder sindical acepta el envite, sería el símbolo de que se pretende desbrozar seriamente el camino cerrado en los últimos años por la mala hierba y la espesa vegetación.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.

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