José Luis Alvite: "Ojalá empleasen contra el terrorismo el mismo entusiasmo que contra el humo del tabaco"

El último trabajo del Alvite: 'Humo en la récamara'


Periodista Digital entrevista al genial autor de 'Humo en la recámara' [Ed. Ézaro]

Carlos Herrera escribió sobre él:"Convertía una hoja de papel en la columna más monumental de la prensa española"

Juan de Dios Prado Lliteras, Periodista Digital


José Luis Alvite (Santiago de Compostela, 1949), nieto, hijo y sobrino de periodistas, se jacta no de conocer la condición humana pero sí  el funcionamiento de los bares. Allí supo crear un estilo propio cargado de pesimismo y 'film noir'. Al igual que sus criaturas, Alvite es un periodista con mucho pasado y pocas expectativas, desencantado, 'áspero y sentimental', como se llama su inimitable columna diaria en la prensa nacional, que estuvo a punto de abandonar de no haber sido por Carlos Herrera.
Su talento transitó las redacciones del extinto Diario 16, y hoy se deja disfrutar en la La Opinión de A Coruña, El Faro de Vigo y La Razón. Su voz varonil, cansada y persuasiva en Onda Cero, junto a Carlos Herrera se abre a tumba abierta en charla telefónica a Periodista Digital: "Mi proyección a nivel nacional sin Herrera hubiese sido impensable".
Fóbico a las nuevas tecnologías, (casi siempre lleva el móvil apagado), su apego a la vieja Olivetti nos ha permitido gozar de su primera obra: "Yo escribía mis cosas a máquina, las leía en la radio y las destruía porque nunca tuve la menor esperanza de publicar un libro" y de la papelera recogió Carlos Herrera los manuscritos de años de trabajo para en 2004 sacar a la luz 'Historias del Savoy' [Ézaro Ediciones]:

"Se hizo ese libro a mis espaldas, y yo lo agradezco de corazón. Yo no tenía constancia de que iban a sacar un libro, me lo dijeron cuando ya lo tenían todo preparado."

Desencantado con el periodismo de Sucesos optó por "deformar la realidad" y convirtió el ambiente noir del Savoy en un refugio para el lector ávido de periodismo.
Su último trabajo, 'Humo en la recámara' [Ézaro, 2011] es la manzana de la prohibición. La colección se completa con 'Almas del nueve largo' y ‘Aspero y sentimental'. "Dedidqué buena parte de mi vida a cometer errores; el resto creo que lo necesitaré para lamentar haberme corregido".
Las metáforas de 'Humo en la recámara' no son literarias ni bellas sino que evocan a la perfección en un reto constante que no terminará una vez leído el libro: "Si se te ocurre escribir algo sobre mí, muchacho, ni se te ocurra pasarlo a limpio". Oído.


AL COBIJO DE CARLOS HERRERA

La admiración de una de las voces más reconocidas de la radio española marcarían su carrera. Cuando el locutor descubrió las columnas de Alvite en Diario 16 entendió que bajo esa firma había un don sin explotar:
"A Alvite lo descubrí tarde, cuando escribía la contra de Diario 16, allá por los noventa, y convertía una hoja de papel en la columna más monumental de la prensa española", escribió el periodista en XLSemanal, el 17 de junio de 2007.

Pero para intentar acercarse al alma de este genio incomprendido es preciso conocer sus inicios en el mundo del periodismo. De naturaleza pesimista, el hombre que encumbra la obra de Hemingway, olvida los requiebros y la galantería gratuita al hablar de lo que supuso Carlos Herrera en su vida:

"Buff. Muchísimo. Yo llevaba 30 años escribiendo en Galicia y siempre he pensado que era como si escribiese con una goma de borrar. Nadie me decía nada. Nadie pensaba en mí para nada. Era un hombre marginado, que vivía cada madrugada y hacía lo que podía por el día."
"Yo ya estaba muy escéptico. Yo ya era un tipo mayor, ya no esperaba nada, no contaba con nada, estaba incluso dispuesto a dejarlo todo. Me iba muy mal, no tenía mucha fe en el porvenir."
"Carlos Herrera me llamó para entrevistarme en Radio Nacional porque quería escuchar mi voz. Al escuchar mi voz le pareció la adecuada para contar la misma historia en la radio. En ese sentido, le debo todo."


EL MUNDO NOCIVO DEL SAVOY

La saga del Savoy lleva 12 años en actividad literaria. Este "club nocturno" lo situó en Nueva York, pero resta importancia al espacio: "Puede ser en cualquier lugar de la cabeza de quien lo lea". No obstante, reconoce que

"el cine negro, la literatura negra es evidentemente norteaméricana en su origen y está muy bien retratada por el cine y es muy fácil que la gente al escucharlo o al leerlo evoque una época, unos rostros, una manera de vestir..."

Entre el humo del Savoy, el local donde "se prohíbe no fumar", deambulan unos seres de vida nocturna y conductas nocivas.

"La gente es más sincera cuando es víctima de un vicio y se deja ir. Probablemente porque lo más interesante de un local es el humo, que no deja de ser un personaje. Un personaje que por desgracia en España, en Europa y en Norteamérica también se ha combatido casi como si fuese un terrorismo. Ojalá empleasen contra el terrorismo el mismo entusiasmo que contra el humo."

La obra se narra en primera persona, donde Alvite bajo el nombre de Al, deja que la vida y las experiencias personales se configuren en historia:

"Hay muchísimo, hay muchísimo de mí. Por lo pronto soy el autor. Si lo pongo en el nombre de Al, es porque yo tengo esa tendencia a desdoblarme dentro de mí. Hay muchísimo, yo creo que el 90% soy yo. Luego lo reparto en otros personajes."
"El columnista Chester Newman es un alter ego un poco más desastroso que yo, incluso, pero que representa ese periodismo un poco autodidacta y bohemio que por desgracia se ha ido perdiendo."
"O Sony ‘Swet' Sullivan. Yo quise ser boxeador. Pero una cosa es la teoría y otras son los hematomas y el dolor. Permanezco a una generación veía mucho boxeo en la televisión cuando todavía no era delito ese tipo de deporte. En algún país todavía lo conservan, aquí por desgracia lo hemos perdido.El boxeo se veía mejor todo en la cabeza cuando se veía mal con la mirada, cuando había humo."

Unos personajes que dominan el habla tanto como Cervantes, con diálogos imposibles donde el texto se presenta en constante lucha con el entrecomillado. Éste es sublime, protagonista. Es la belleza literaria, la píldora de genialidad de Alvite. Sin él, simple caldereta sin langosta. Savoy es mucho, pero sabe a poco. Brotes de genio. Bendito regalo.
Consciente de que fuera del Savoy está la realidad, este genio lamenta que la ficción se enclaustre entre sus notas:

"Por desgracia es muy difícil tener estas charlas con un amigo. Salvo que el amigo sea una copia tuya. Es casi imposible que la gente hable así, aunque yo creo que todo el mundo le gustaría hablar así y hablar con alguien que le hable de ese modo."


DEL PESIMISMO DEL SAVOY AL PERIODISMO ACTUAL

Hoy literatura, ayer periodismo de calle. El gallego se confiesa adicto al periodismo, pero reconoce que antes "tenía más entusiasmo, más curiosidad por lo que ocurría en la calle. Ahora tengo más curiosidad por lo que ocurre en mi cabeza."
"Ya no piso redacciones. Las hecho de menos, pero escribo sentado en una habitación. La vida física de pisar un periódico ya no la tengo. Pero es cómo pisar un hospital, como es ahora, no la hecho de menos."
"Estamos haciendo un periodismo en el que el redactor jefe es el secretario general de un partido, y eso me parece lamentable."
"A que no cuenta cosas. Ahora el periodismo es muy dependiente de lo que se dicta. O eso me parece a mi. El periodismo político, todo el mundo sabe lo que va a opinar cada colega. Me parece terrible y gravísimo para el periodismo. Tiene que recuperar cierta apariencia o lo perderá todo."

Y a pesar de las ventajas de los nuevos medios, como la inmediatez o la accesibilidad, considera

"que el problema es que parece que no tenemos mucho que trasmitir. El periodismo ha perdido hondura, ha perdido conceptos, es pura tecnología. Es como tener una paloma mensajera y no ponerle nada en el pico para trasmitir. Con un poco de suerte puede poner un huevo, pero no dirá nada."


DESNUDANDO METÁFORAS

Alejado de la soledad de sus personajes, este filósofo literario reconoce haberse casado dos veces:

"A mi me gusta casarme, aunque suele mal. No es que sea un vicio, una costumbre, ni siquiera un folklore. A mi me gusta emparejarme, yo he estado siempre emparejado, lo que pasa que me he emparejado más de una vez al mismo tiempo."

Amante de la noche, las reflexiones de Alvite tienen la sustancia inherente a los noctámbulos que durante años cerraron los bares. Entre risas y despreocupación reconoce que frecuentaba un bar en Santiago, el Corzo y " cuando dejé de ir me encontré al barman en la calle y me dijo que le habían despedido. ¡Joder! ¿y eso por qué? Me dijo que al irme yo, el local había recaudado mucho menos, porque yo era el 20% del local y por eso le tuvieron que despedir. Y efectivamente, yo era el 20%."
Hoy autodidacta, recuerda que de niño devoraba libros, una práctica que abandonó al empezar a escribir: "Yo quería ser yo, para bien o para mal. Pero por lo menos quería hundirme por mi mismo. Quería atribuirme el mérito de no haber llegado a ninguna parte." Aunque sus elogios a Paco Umbral se dibujan como las metáforas de su obra:

"Me parecía un columnista excepcional. Era pegadizo, era como escuchar una de esas canciones que tiene un estribillo fácil de convertir en publicidad, pero tuve que dejar de leer a Paco Umbral, con gran dolor de corazón, porque era demasiado pegadizo para mi."
"Transformaría mi manera de escribir. Me influiría de tal manera que intentaría imitarlo. Y eso es imposible, es una osadía estúpida. Es como si un obispo trata de imitar a Dios. Eso no lo va a conseguir nunca".

Los estribillos de Umbral retumban hoy en el periodismo descarnado de José Luis Alvite. Bébase frío y evite tragar el humo del mejor "pintor de decadencias". Herrera dixit.

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