Las informaciones que, si bien con cuentagotas, van surgiendo del sumario contra la SGAE nos permiten comprobar que, al margen de las responsabilidades penales que en su día hayan de afrontar, los integrantes de la banda que gestionaba a la entidad trincona son eminentemente horteras.
Los datos de la investigación llevada a cabo por la Guardia Civil permiten a los peritos afirmar que el desvío de fondos para uso privado podría rondar los 30 millones de euros, más o menos lo de Roldán corregido por el coeficiente actualizador del IPC, pero en uno y otro caso los protagonistas del episodio no han podido evitar comportarse como lo que son, unos cursis redomados incapaces de sacudirse el pelo de la dehesa.
La compra de lencería es una de las aficiones que los dirigentes de la trama han cultivado con el dinero de los asociados y, por extensión, de todos los españoles. Pero qué lencería, señoras y señores. Nada de grandes marcas, de esas a las que acudimos los maridos para salvar el expediente del cumpleaños de la esposa o el aniversario de bodas en el último momento dejándonos un pastón, sino bragas de algodón y sostenes sin aros de a menos de 50 euros el conjunto, como las chonis del polígono cuando se van de fiesta a la discoteca del extrarradio y quieren ir cómodas para pasar la noche pegando saltos con el yónatan.
Sólo hay una cosa más cutre que llamar lencería a la ropa interior barata y es alojarse de gañote en un hotel lujoso simplemente porque paga la SGAE. Con la escasa elegancia que esta tropa ha demostrado en las facturas trincadas por la policía, es fácil suponer el espectáculo bochornoso que habrán protagonizado cada vez que han salido al extranjero, porque en la hostelería de alto nivel no deben estar muy acostumbrados a recibir según qué embajadas.
Son como el alto cargo autonómico que la primera vez que viaja a Madrid hace una parada técnica en una venta para volver a su tierra con un pan de carrasca de media tonelada en el maletero del coche oficial. Enternecedor a la par que nutritivo pero, en último término, mucho más presentable que las bragas de ocasión de la tropa de la SGAE. Si hay justicia en España, el tribunal las incluirá en la sentencia como lo que son, un agravante por ensañamiento. Al menos estético.
Pablo Molina es miembro del Instituto Juan de Mariana.
LD
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Fernández Ordóñez, las Cajas y los Bancos, escribe Luis Maria Anson
Los principales responsables de Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), en la asamblea general (Foto Cincodías).
El Gobierno y el Banco de España han decidido nacionalizar tres Cajas. A través del fondo de rescate, el Estado ha tomado el 100% de la propiedad de Unnim, el 93% de Novacaixagalicia y el 90% de Catalunya Caixa. Total 4.751 millones de euros y todavía está sin desollar la CAM. La decisión de Fernández Ordoñez me aconseja reproducir el artículo que el pasado 25 de enero publiqué en el diario El Mundo:
“No toda la clase política es deleznable. Las generalizaciones acostumbran a engañar. La mayoría de los políticos son honrados y constructivos, si bien entre ellos predomina la mediocridad, aparte de que cada semana espumean los corruptos y los sinvergüenzas. No todas las Cajas son un desastre, aunque su agujero se mueve tal vez en el pozo de los 60.000 millones de euros. Las hay admirablemente gestionadas. Y ahí está Isidro Fainé, que es uno de nuestros financieros más sagaces, más honrados, más serios y responsables. El Gobierno zapateresco, y su marioneta Elena Salgado, no deberían dar un paso sin contar con la experiencia y la sabiduría de Fainé.
Dicho todo esto, es verdad que algunas Cajas se han convertido en un auténtico carnaval de ligereza y dispendios frente a la cuaresma austera y rigurosa de los bancos. Es lo que va de la iniciativa pública a la privada. Hace seis años, por poner un ejemplo, mientras el canal privado Telecinco ganaba 35.000 millones de las antiguas pesetas y se encaramaba en el podio de oro de la audiencia, Televisión Española perdía más de 100.000 millones.Sobre las Cajas cayó una de las peores plagas que padece España: la de los políticos, con su voracidad insaciable para colocar a parientes, amiguetes y simpatizantes; para dotarse de los más pingües sueldos; para disfrutar de la parafernalia de los viajes gratis total, los coches suntuosos, los ejércitos de secretarias y asistentes; para prestar a diestro y siniestro, sin los debidos avales, a los compromisos personales y del partido, agujereando las cuentas de pérdidas y ganancias.
Europa sabe que nuestros Bancos son un modelo de gestión eficaz. Está aterrada, sin embargo, con la realidad desconocida de nuestras Cajas. Zapatero después de proclamar en el año 2008, a los cuatro vientos monclovitas, que la salud de las Cajas era radiante, ha decidido intervenirlas, privatizarlas, evitar el cachete con que nos amenazan los rectores económicos de la Europa unida.
A muchos nos produce pavor que el presidente circunflejo tenga alguna ocurrencia de las suyas sobre el destino de las Cajas. Antes de precipitarse con algún despropósito irreparable, que hable con Isidro Fainé. Él es quien sabe mejor que nadie lo que hay que hacer, lo que conviene a España y a su sistema financiero.Non olet, dijo Vespasiano a su hijo Tito ante las acerbas críticas con que los romanos obsequiaban al emperador por un impuesto sobre los urinarios públicos. El dinero no huele desde entonces. Pero es falso. El dinero sí huele y a veces apesta. El poderoso caballero de Quevedo no todo lo puede. Que se lo digan a Lope. Que no se lo digan a Amancio Ortega. Pero no entremos en el debate insondable. De lo que se trata ahora es de encontrar un nuevo pienso para evitar el rebuzno de las Cajas. Y que la Europa de Merkel y Sarkozy no emprendan una operación de rescate que lesionaría para muchos años la imagen de España”.
Luis María ANSONde la Real Academia Española
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