Ya no hay duda: frente a la estética andrógina que todavía campa a sus anchas, se opone una cada vez más valorada recuperación de las curvas. Y las adalides suelen ser las jovencitas colegialas, no sólo las poligoneras del lumpen-proletariado, las que desarrollan y cultivan esta adoración por las enormes fukas. Las que pueden, claro.